Historia

Aunque la advocación de María Madre de la Divina Gracia ya existía en las letanías lauretanas, esta imagen es totalmente nueva en la historia, por su presentación física y por su significado sacerdotal.

Su aparición se presenta como un hecho de gracia que forma parte de la experiencia fundante, pues en último término fue Ella quien determinó a la Srita. Ana María Gómez Campos a fundar con el P. Félix de Jesús Rougier la Congregación de Hijas del Espíritu Santo.

Allá por los años 1922-23 ella estaba realizando un discernimiento sobre la petición del P. Félix para fundar una nueva Congregación, la empresa le parecía superior a sus fuerzas, pero por otro lado quería servir a Dios y a los hombres, pues para eso había estudiado…

Un día no sabemos cual ni a que hora, ella vio una imagen de la Virgen María con un Niño en su brazo izquierdo. Ana María como traía la inquietud de la fundación, se acercó a Ella y le dijo en el oído al Niño la causa de su inquietud… ¿era de su querer la Obra que se le pedía?.. El Niño volteó a ver a su Madre como preguntándole y la Señora sonrió. Ana María interpretó esa sonrisa como una aseveración de María, como un querer de Ella y de su Hijo. Por eso decimos que la Congregación de las HIJAS DEL ESPIRITU SANTO nació de la sonrisa de María.

Pasó el tiempo y al fin se fundó la Obra… Un día se le ocurrió mandar a hacer una imagen de esa visión que había tenido. La describió al escultor Don Agustín F. Espinosa que radicaba en Guadalajara y la escultura llegó a la ciudad de Morelia, Mich. en el mes de agosto de 1948 lugar donde se encuentra hasta al fecha. Recibió con gran entusiasmo la escultura pero ¡Qué distante del original la encontró!. Sin embargo, nada nos dijo. Para nosotras era un misterio aquella imagen y para la madre su secreto – Sólo algunas de las Hermanas más allegadas a la Madre conocían el secreto. A la escultura se le mando a hacer un trono dorado, se le colocó en la parte más alta de la capilla y la comenzamos a llamar cariñosamente “MATER”; la invocábamos con frecuencia y comenzamos a amarla bajo esa advocación.

Revelación del secreto

Pero llegó el V Capítulo General de la Congregación, en el cual se pusieron al día las constituciones de acuerdo a las orientaciones del Concilio Vaticano II. Llegó el momento en el que teníamos que tocar lo relativo a los santos patronos de la Congregación. Entonces una de las hermanas vio que era el momento de que conociéramos quien era Mater y pidió a la M. Anita que nos contara cómo la había visto.

La Madre, con la sencillez que le caracterizaba accedió a revelarnos su SECRETO; le pedimos lo hiciera también por escrito y así nos leyó lo que escribió hacía años:

“ Vi. a la Sma. Virgen hermosísima, sentada en un trono real. ¡Qué modestia! Sus ojos inclinados hacia el suelo, su cabeza adorable cubierta con un mando, suavemente inclinada…

¡Me pareció ideal! Con esos dos títulos: MADRE Y REINA. Pero más Madre que Reina.

En su brazo izquierdo sostenía al Niño Jesús, lindísimo.

Los vi en un lugar alto, muy alto. No sé cómo llegué hasta donde ellos estaban, y de rodillas me acerqué al oído del Niño Jesús y le dije: “Yo te pido con toda el alma, si es de tu agrado la Obra”. No me contestó. Inclinó su cabeza adorable a ver el rostro de su Madre y pedirle su consentimiento.

La encantadora Virgen no pronunció palabra: únicamente pude ver dibujada en sus labios una suave y ligera sonrisa muy significativa…

El Niño sólo me miró diciéndome: ¿Haz entendido? ¡Todo lo comprendí al instante con luz meridiana! ¡La Obra era de su agrado! ¡Se realizaría a pesar de todo!

Cuando vi que el Niño Jesús pedía la aprobación de su Madre, pensé: “Para qué se lo comunica, si Ella todo lo sabe?”. Pronto yo misma me di esta respuesta: ¡María es la Medianera de todas las gracias!

Nunca he visto una imagen así. Si yo pudiera, la mandaría hacer con un buen escultor, pero sólo de pensar que la hagan fea pierdo la ilusión…

¿Qué nombre o advocación le pondría? Reina y Madre de las gracias o algo por el estilo. ¡Cómo me encantó la modestia incomparable de María! ¡Su recuerdo satura el alam toda del exquisito bálsamo e recogimiento y humildad de que está impregnada la Madre de Dios!

La Congregación de las Hijas del Espíritu Santo nació pues, de la más pura y delicada sonrisa de María.

Nuestra patrona

En el V Capítulo General, la M. Ana María intervino diciéndonos que Mater es la Madre de las vocaciones y que si el fin recongregación es primordialmente vocacional, Mater era el modelo para nosotras de cómo formar los corazones, así como María formó el Corazón sacerdotal de su Hijo, por lo que quedó como Patrona principal de la Congregación.

El amor a Mater ha ido creciendo entre nosotras y su imagen ha sido ampliamente difundida.

Su misión

En el V Capítulo General, la M. Ana María intervino diciéndonos que Mater es la Madre de las vocaciones y que si el fin recongregación es primordialmente vocacional, Mater era el modelo para nosotras de cómo formar los corazones, así como María formó el Corazón sacerdotal de su Hijo, por lo que quedó como Patrona principal de la Congregación.

El amor a Mater ha ido creciendo entre nosotras y su imagen ha sido ampliamente difundida.

Mater, un icono

Todo en Ella es simbólico:

Está sentada: porque es Reina.

Tiene en sus brazos a su hijo: porque es madre.

Viste de blanco: símbolo de pureza.

Tiene el manto azul: símbolo de piedad.

Tiene la mano derecha extendida: porque es el canal por donde pasan todas las gracias.

Su cabeza está inclinada: actitud de escucha.

El Niño tiene una margarita en la mano izquierda: la margarita representa a la Congregación.

Margarita: símbolo de unión y pureza.

Aportación de la fundadora

En resumen, la Madre Anita no nos dio el nombre de Hijas del Espíritu Santo, (nos lo dio la Iglesia); no nos dio el fin principal, (nos lo dio el P. Félix); no nos dio la espiritualidad que ella amó y la vivió a su manera y nos enseñó a vivirla: La Espiritualidad de la Cruz.

La aportación personal que hace a la Congregación es: María, Madre de la Divina Gracia.

Oraciones

Ofrecimiento de un(a) niño(a) recién nacido(a)

Madre de la Divina Gracia: Venimos a tus plantas a ofrecerte un don: nuestro(a) hijo(a) que es lo más preciado que tenemos y que hoy consagramos a tu corazón. Recíbelo(a) y tómalo(a) desde ahora bajo tu maternal protección. Conserva la pureza de su alma y dale unos ojos limpios como los tuyos, una voluntad firme en el bien, una mente siempre iluminada por la fe y un corazón sencillo, puro y ardiente, capaz de amar a Diosy a Ti, madre dulce y tierna y de comprometerse con los hombres, sus hermanos. Madre de Dios y madre nuestra, danos sabiduría, paciencia, tino y fortaleza para forjar su corazón y su carácter. Bendícelo(a) siempre y haz que aprenda de nosotros a ser piadoso(a) y bueno(a), cristiano(a) comprometido(a) y fervoroso(a), auténtico(a) hijo(a) de Dios, viendo que sus padres tratamos de vivir esos valores que lo harán feliz en la tierra y en el Cielo.

Presentación al Templo de una niña de tres años

Madre de la Divina Gracia: Venimos a tus plantas maternales para presentar ante tu hijo Jesús y consagrar a tu corazón, a esta hija nuestra que hoy cumple tres años. Acógela bajo tu protección y alcanza para ella la gracia de ser imagen tuya en el mundo. Madre de la Divina Gracia, Concédenos la sabiduría necesaria para guiarla por el camino de la vida y formar su corazón, como Tú formaste el de tu hijo Jesús, con amor solícito y abnegación constante, a fin de que cumpla la misión que Dios le ha encomendado desde la eternidad. Guarda a nuestra hija en tu corazón de madre, bendícela cada día y hazla feliz en la tierra y en el cielo. Así sea.

Quinceañeras

Vengo a poner en tus manos, mi juventud llena de ideales y mi corazón deseoso de amar y ser amado, en esta etapa de mi vida en que se abren ante mí nuevos horizontes llenos de proyectos e ilusiones. Enséñame Tú a hacer vida los dones preciosos que Dios ha depositado en mi corazón y haz que aprenda a responder como Tú a la maravillosa vocación que Dios me ha dado y que yo debo descubrir día a día. Te consagro mis ojos para que me enseñes a ver la vida con una mirada limpia, realista y audaz al mismo tiempo. Te consagro mis manos, para que las mantengas abiertas al servicio, a la entrega y a la amistad de mis hermanos. Te consagro también mi mente para que infundas en ella nobles pensamientos y grandes ideales que me lleven a descubrir la vocación de servicio y donación que Dios pensó para mí desde siempre. Te consagro mi corazón para que le enseñes a amar como Tú, con desinterés y gozo sin medida. Madre buena, ven conmigo y llévame siempre de tu mano, tómame con todo lo que soy y lo que tengo y hazme como Tú, limpia, pura, alegre, sencilla y comprometida en el bien de mis hermanos, los hombres. Así sea.

El día de la Boda

Hoy que comenzamos juntos una nueva vida, venimos a tus plantas para consagrarnos a Ti.Queremos poner en tus manos maternales nuestro hogar que hoy empezamos a formar bajo tu mirada. Guarda Tú el amor tan grande que nos une y no permitas que disminuya con el tiempo, sino que por el contrario, cada uno crezca con las alegrías y las penas vividas en común y que se conserve fiel hasta la muerte. Danos generosidad en el gozo, fortaleza en el dolor, fe y confianza en Dios en todas las circunstancias de la vida. Desde ahora te consagramos los hijos que Dios nos conceda, tómalos como cosa tuya ya que Tú eres nuestra Dueña y Señora y nosotros corremos por tu cuenta y confiamos en Ti. Concédenos la gracia de que reine la paz en nuestro hogar, para que haya siempre comunión de ideales, armonía y cariño y puedan crecer en él nuestros hijos, respirando un ambiente sano y alegre, lleno de cordialidad y comprensión. Madre, queremos que nuestro amor a Ti sea la mejor garantía de nuestro mutuo amor y que perdure siempre, en la tierra y en el Cielo. Así sea.

Novena a María de la Divina Gracia

Oración inicial

Salve María, elegida para ser Madre del Verbo Eterno, Don del Padre a los hombres, Gracia que se nos da para nuestra salvación.

Venimos a tus plantas, Madre de la Divina Gracia, con nuestra veneración y nuestro amor, a entregarte lo que somos y tenemos. Queremos ser totalmente tuyos y vivir Contigo nuestra fidelidad a Cristo Sacerdote y a su Iglesia.

Acógenos junto a Ti, mira nuestras solicitudes y esperanzas. Ayúdanos a vivir nuestra consagración en la gracia, que es el bien más grande del hombre.

Acoge también nuestros problemas cotidianos y quédate con nosotros. AMEN.

Primer día

María, Madre de la Divina Gracia es Madre de Cristo Sacerdote desde el momento de la Encarnación, porque este Hijo de Dios y de María, es el Mediador y el Sacerdote que ofrece su vida por nuestra salvación.

Concédenos, María amar y vivir nuestro sacerdocio bautismal en el Sacerdocio de Cristo y difundir este espíritu entre los hombres.

Te pedimos la gracia…. y tu bendición.

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Segundo día

María va presurosa a las montañas de Ain-Karim para asistir a su prima Isabel. Lleva en su ser a Jesús y esta presencia santificadora es una gracia para el Bautista.

Verdaderamente, María es Madre de la Divina Gracia.

Te pedimos, Señora, seas Tú, guía y sostén en nuestra peregrinación de fe y de amor, y nos des a tu Divino Hijo.

Concédenos… y pon en nuestros labios tus palabras: «Glorifica mi alma al Señor».

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Tercer día

Dios nace y ahí está María con Jesús, su Hijo.

El nacimiento de Cristo es, a la vez, nuestro nacimiento espiritual. «Nacidos por la fe y la gracia, hemos sido llamados hijos de Dios y lo somos de verdad».

En el pesebre se da el primer encuentro de Dios con los hombres. Por eso hoy alabamos a Cristo y a María, Madre de la Divina Gracia, y cantamos con los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas”… Te pedimos nos concedas… y te agradecemos el Don que nos das en Jesús.

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Cuarto día

La Madre de la Divina Gracia lleva en sus brazos al Niño Jesús, para presentarlo en el templo de Jerusalén y ofrecerlo al Padre.

Ante el Niño, Simeón empieza a hablar movido por el Espíritu Santo.

Sus palabras nos dicen que Jesús es Luz del mundo; también, son el primer testimonio de la Cruz. María comparte esa “Cruz”: “Una espada te traspasará…”

Permítenos acompañarte siempre y enséñanos a ofrecer a Jesús y a ofrecernos con El, por tus manos de Madre.

Te pedimos … y concédenos la gracia de vivir en oblación constante.

María, Madre de Divina Gracia, ruega por nosotros.

Quinto día

El Papa Juan Pablo 11 llama a María Madre de la Divina Gracia, la Madre de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Al principio de su vida pública, Jesús llama a los primeros discípulos y los transforma en pastores, son los sacerdotes de los «tiempos nuevos». María, Madre de Cristo Sacerdote, es Madre de todos los sacerdotes, nacidos en su Corazón Inmaculado.

Concédenos, Madre de la Divina Gracia, cooperar con oraciones y sacrificios, y con nuestro trabajo apostólico, al aumento de vocaciones sacerdotales.

Te pedimos… y la gracia de que los jóvenes respondan generosamente al llamado de Dios. María, Madre de la Divina Gracia, ruga por nosotros.

Sexto día

María asiste a unas bodas. Comparte con los hombres las alegrías y las preocupaciones de cada día, y el gozo de aquellos momentos que abren un nuevo camino en la vida.

Se acaba el vino… La Virgen se adelanta para remediar la carencia, con estas palabras: «Haced lo que El os diga…»

Madre nuestra, concédenos hacer siempre lo que Jesús «nos dice», en el cumplimiento fiel a la voluntad del Padre.

Te suplicamos María, Madre de la Divina Gracia, nos alcances… y el gozo en la entrega de cada día, a lo que Jesús nos pide.

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Septimo día

En vísperas de su Pasión, antes de que su Cuerpo fuera ofrecido en sacrificio, Jesús convierte el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.

Madre de la Divina Gracia, Virgen orante, cáliz que llevaste en tu seno al Verbo de Dios, enséñanos a amar y a adorar a Jesús Eucaristía.

Te pedimos… junto con una gran devoción al Santísimo Sacramento, fuente de santidad en nuestras vidas.

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Octavo día

Un amor inmenso lleva a Jesús a morir en la Cruz, para que nosotros tengamos vida. De pie, junto a la Cruz, está María.

Jesús es nuestro Redentor. María, nuestra Corredentora.

Sobre la Cruz de Cristo está el destino de todos los hombres y el destino del mundo.

Madre de la Divina Gracia, enséñanos la verdad del sufrimiento, de la humillación y de la muerte, y ayúdanos a vivir en completa comunión con Cristo Crucificado.

Concédenos… y la gracia de solidarizamos, unidos a Ti, con el sufrimiento de toda la familia humana.

María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Noveno día

El día de Pentecostés, los Apóstoles entendieron el significado de las palabras oídas en el Cenáculo: «Os conviene que Yo me vaya, porque si no me fuere, el Espíritu Santo no vendrá a vosotros…»

y vino el Espíritu en forma de viento y de fuego que se posó en María y en los Apóstoles, quienes salieron a predicar la Verdad por el poder interior que irradiaba de sus almas.

Concédenos, Madre de la Divina Gracia, extender el reinado del Espíritu Santo en los sacerdotes y en todos los hombres.

Te pedimos… y saber comunicar a los demás, la fuerza y el poder del Espíritu de Cristo Sacerdote. María, Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

Oración final

María, Madre de la divina Gracia, reconocemos que Tú eres la Madre de Cristo Sacerdote y nuestra Madre. Como Madre de Cristo, tu maternidad se prolonga más allá del nacimiento de Jesús, abraza los años que el Señor vivió sobre la tierra y alcanza su cumbre en el sacrificio supremo de la Cruz, en donde el Señor nos entrega como hijos suyos. Tu maternidad no tiene límites, se extiende en el tiempo y en la eternidad, llega a todos los corazones. Concédenos, Madre, ser verdaderos hijos tuyos, y vivir en completo abandono filial, seguros de tu intercesión amorosa.

Novena a María de la Divina Gracia

María, ha sido para nosotras las Hijas del Espíritu Santo, la compañera de camino; La M. Anita quería que sus hijas tuviéramos una devoción especial a esta imagen.

Te invito a que en una actitud contemplativa la veas de forma nueva.

La mano izquierda es una mano maternal que brinda calor. Es la mano que sostiene al niño, mano protectora. La mano de María atrae hacia sí a Jesús, lo estrecha y lo acerca al corazón. Es ahí en el corazón, donde se descubren los secretos de la vida. Podemos decir que los dos corazones latían al unísono, lo dos al «ritmo de Dios».

Jesús descubría los secretos y los sentimientos de su Madre… y María a su vez captaba los anhelos de su querido Hijo.

La mano de María es una mano que revela delicadeza, fuerza, seguridad, ternura… Esto dio a Jesús la capacidad de ser un hombre seguro de sí mismo, audaz, valiente, sincero, decidido. ¿Como no amparamos nosotras sus hijas bajo la mano protectora de María?

Contemplemos ahora la mano derecha de María. Es una mano que se extiende donando las gracias a cada uno de sus hijos que la mira y le pide con fe. Es una mano abierta dadivosa, sincera. María todo lo que sabe del Hijo nos lo quiere dar a conocer; así como el Hijo nos da a conocer todo lo que sabe del Padre.

María sabe de los secretos de Jesús; nadie mejor que ella puede revelarnos el proyecto que tiene su Hijo para cada uno de nosotros. Al contemplar esta mano me viene a la mente la figura de Jesús Buen Pastor. María comparte también esta función de Jesús: ella protege, busca, enseña, guía, corrige pero sobre todo deja y acompaña.

Esta es María la mujer de manos siempre acariciadoras llenas de consuelo y de amor. Manos unidas al Hijo, manos que se entrelazan en oración.

Las manos de Jesús son manos suaves de niño, manos que no saben todavía de lo duro de la vida. Manos que sueñan, manos que cantan… Manos que ríen, manos que vibran porque han nacido para recrear. Jesús es el que hace todas las cosas nuevas es Él quien nos invita a tener junto con María su madre una actitud de amor y acogida para cuantos se acercan a nosotros.

Nuestras manos tienen que revelar las mismas acritudes de María y de Jesús el Hijo amado, Pidámosle a Jesús y a María su madre, nos enseñen desde el corazón a amar, a acoger, a acompañar, a guiar, a perdonar, a trabajar, a brindar perdón, a interceder, a servir.., a ser en una palabra la misma imagen de Cristo Sacerdote Misericordioso y complaciente con el hombre a quien lleva en el corazón.